Nadie invade Rusia en Invierno

Después de que Frank se quedara dormido, Mikey salió de la habitación y bajó las escaleras. La televisión estaba prendida, pero Ray la apagó tan pronto Mikey entró a la sala.

- Está dormido, -dijo Mikey.

- No sabíamos, -dijo Bob, mirando el televisor aun cuando estaba apagado. - Sobre él y Gerard.

- No fue así, -dijo Mikey. - No pasó nada.

- Pero estuvimos con ellos todo el tiempo, -Brian negó lentamente. - ¿Cómo es que no sabíamos?

Mikey encogió los hombros. Honestamente creía que todos sabían sobre Frank; había sido demasiado obvio, había sido evidente desde el día que conoció a Gerard. Creía que nadie hablaba sobre eso sólo porque no había nada que pudieran hacer. - Gerard dijo que ellos lo entrenaron. En el seminario… no lo sé, cómo no mostrarlo, supongo.

- Pero Frank… -empezó Brian, sólo para ser interrumpido por Ray.

- Si sintiera algo por alguien, -dijo cuidadosamente, sin mirar a nadie. - Alguien a quien sé que nunca podría tener… me sentiría estúpido. No querría que nadie lo supiera.

Bob se puso de pie repentinamente. - Le grité, -dijo, limpiando sus manos nerviosamente en sus jeans. - Le dije tantas cosas…

Brian tomó su brazo. - Tú no sabías… -le dijo, pero la expresión de Bob no cambió.

- Probablemente necesite a alguien cuando despierte, -sugirió Mikey.

Bob asintió torpemente y se dirigió a las escaleras. Brian dijo, - Espera, iré contigo, -y lo siguió.

Había una repisa que recorría el largo de una de las paredes en la sala, llena de lado a lado con extrañas figurillas hechas de piezas de metal, personas con un instrumento musical distinto. La pieza en el centro, un violinista usando un sombrero roto, había sido volteada hacia la pared.

Mikey se aceró y lo colocó de la manera correcta, luego se quedó ahí parado por unos momentos, moviendo las figuras de diferentes maneras, mirando sus manos. Después de un tiempo, sintió a Ray detrás de él. Cuando se volteó, el rostro de Ray lucía cansado, y había un destello rojo alrededor de sus ojos.

Mikey dijo. - No siento como si fuera real. ¿Tú lo sientes así?

Ray juntó sus manos, mirándolas. - No me gustaría que lo fuera.

- No siento como si fuera real, -dijo Mikey otra vez. - En realidad, no siento mucho de nada.

- Mikey, -habló Ray.

- ¿Hace frío aquí? -Preguntó Mikey. Puso su mano en el brazo de Ray. Se sentía cálido. - Estás caliente.

- Mikey, -dijo Ray otra vez, y abrazó a Mikey. Envolvió sus brazos alrededor de su espalda y lo aferró con fuerza. Besó su mejilla. Mikey volteó la cabeza y besó a Ray en la boca.

- Lo que me pediste, -dijo con urgencia, sosteniendo a Mikey. - Tú sabes que lo haría si pudiera.

- Lo sé, -dijo Mikey. Besó a Ray de nuevo, sólo para sentirlo. Ambos mantuvieron los ojos abiertos. - No debí haberlo pedido.

- Lo haría, -dijo Ray, besando a Mikey una vez más. Ésta vez Mikey notó que Ray cerró los ojos. Cuando el beso terminó, Ray susurró. - Lo haría por ti.

Mikey no recordaba bien lo que había pasado después de eso. Había momentos, como fotografías o algo así; las manos de Ray sobre su rostro, el tercer escalón rechinando cuando subieron las escaleras, el sonido que la puerta de la habitación hizo cuando Mikey la cerró. El corazón de Ray latiendo tan rápido que Mikey podía sentirlo contra su propio pecho, la forma en que se buscaron uno al otro bajo las sábanas. La tranquilidad cuando todo terminó.

La cabeza de Ray sobre la almohada. Estaba mirando el techo, no a Mikey. Estaban acostados, sin tocarse.

- Voy a tomar un baño, -dijo Mikey.

- Claro.

Mikey fue al baño. Cerró la puerta a sus espaldas. Entró a la ducha y abrió el grifo. Se quedó parado bajo la lluvia, mirando el agua arremolinarse alrededor de sus pies.

Cuando regresó a la habitación, Ray se había ido. Mikey trepó a la cama sin molestarse en secarse propiamente, y se cubrió con las sábanas que aún estaban cálidas. Sacó su mano y tocó la almohada de Ray.

Después de un rato, Ray volvió. Sostenía una taza, la cual dejó en la mesa de noche cerca de Mikey.

Mikey se sentó contra la cabecera y tomó la taza. Estaba cálida en sus manos. Sopló el humo y tragó lentamente, mirando a Ray. Ray se sentó en la cama, pero no lo estaba mirando. Estaba completamente vestido.

El té era caliente y bueno y sabía a miel fresca. - ¿Tú hiciste esto? -Preguntó Mikey antes de tomar otro trago. - ¿Es mágico?

Ray sonrió cortamente, y negó. - Yo lo hice, pero sólo es té.

Mikey tomó otro trago. Podía sentir cómo lo calentaba, desde el pecho hasta el estómago. - ¿Por qué piensas que no puedes tenerme?

Ray lo miró, finalmente. - ¿Puedo?

Mikey no sabía qué decir. No podía imaginarlo; ser de alguien. No podía imaginar nada. Bebió del té hasta que lo había terminado, dejando la taza vacía de vuelta en la mesa de noche.

Ray la tomó. - Trata de dormir un poco, -dijo, y cerró la puerta tras de él.

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